Hay sentimientos en la vida que por obvias razones sería mejor no experimentar ¿verdad?..
Es el caso del dolor, ese sentimiento que te asusta, te indispone y te desequilibra por completo.
Este es otro enriquecedor proceso vital a lo largo de nuestra existencia que hemos decidido ponerlo en el rincón de los sentimientos malos, aflorando de él solo su lado negativo y más oscuro.
Dolores hay de muchos tipos y formas, pero más allá de lo que representa el dolor en sí, ya sea físico o emocional; definitivamente es algo que no hemos aprendido a gestionar desde su punto instintivo y natural. Es evidente que todos haríamos y hacemos cualquier cosa por evitarlo y de hecho creo que por una cuestión de supervivencia lo hacemos a diario, evitar el dolor propio y el de las personas que amamos, es protegerlos y cuidarlos.
Ahora bien, la cuestión es que cuando nos damos cuenta que:
“no es lo mismo dolor a sufrimiento” y que el sufrimiento es una opción, ya la cosa cambia.
Ya que descubres que el dolor entonces no es tan malo, es aprendizaje; pues el dolor es pasajero, pero el sufrimiento se prolonga en el tiempo.
El dolor se puede convertir en lágrimas y se necesita ser muy valiente para demostrarlo por medio del llanto; es entonces cuando ya no eres débil, eres fuerte.
El dolor tiene el poder de mostrarte a las demás personas tal y como son, porque desnudan su alma y se vuelven vulnerables y la vulnerabilidad es humana, es preciosa, te auna, te hace hermano del otro y te despierta las ganas de sumergirte en un abrazo con el.
El dolor te humaniza, hace que saques la compasión que tienes guardada y te veas reflejado en el otro.
El dolor de los seres que amas te vuelve más tolerante y comprensivo, fortaleciendo así las relaciones familiares.
El dolor, duele, pero una vez recuerdas lo vívido, sabes que haz madurado y te haz enriquecido como ser humano, pues te haz hecho mas sabio.
¿El dolor? Es mejor saborearlo para valorar más aquello que se tiene.
..Que tengas un buen día 😉
Photo Credit: Agostina Serra