Poco se conoce de este fantástico mundo de los mandalas, y la verdad es que cada vez que profundizo acerca de este tema, me sorprendo de lo mucho que tenemos por aprender, pues poseen muchos beneficios, por no decir que los mandalas son sólo beneficios.
No es por casualidad que los psicólogos lo recomienden en muchos casos, para que tanto adultos como niños lo usen como técnica de relajación. Y es que cuando conoces toda su filosofía y la aplicas a tu vida, la verdad es que tiene unos efectos muy positivos. Parte de estos efectos, es que el mandala te distrae, y al distraerte tu cerebro se enfoca y se funde entre colores, dejas de pensar, porque recuerda que parte de tus tristezas y tus preocupaciones están cuando piensas tanto.
Por eso, cuando coloreas un mandala, dejas de ser tú, te conviertes en los colores que vas escogiendo y vas usando con tanto esmero y dedicación, te olvidas por un momento de tus preocupaciones y empiezas a actuar, a vivir, porque colorear también es vivir.
Por eso, si tu estas interesado/a de cara al otoño retomaré los talleres para colorear mandalas, y los horarios los pondré cuando los tenga definidos.
Pues bien, en estas vacaciones, una de las cosas que haré para desconectar “no un poco”… ¡sino mucho! es terminar con este mural de mandalas que comencé hace ya un mes y que me llevará otros tantos más para terminarlo…
Ahora bien,
¿Que si tengo prisa por terminarlo?
La respuesta es no. Los mandalas son un antónimo de la prisa.
¿Es mucho trabajo? Depende lo que para ti sea trabajar, ya que para mi deja de ser trabajo, cuando disfruto haciendolo. Porque parte de esta preciosa técnica es que te fundas en el mandala, que te adentres en él, donde la meta no importa, lo importante es el camino y te aseguro que el camino lo estoy disfruntado ¡muchísimo!
Pues nada.. cuando comience las vacaciones en agosto y este de regreso, (que por cierto ya estoy contado los días) te mostraré el resultado, con mucha ilusión! 😉
¡Que tengas un feliz día!