Tres hijas, tres aprendizajes

A medida que “evolucionamos” tendemos a alejarnos de lo natural, del instinto, de lo biológico, de aquello que necesitamos pero que nos cuesta reconocer y creo que evolucionar no va precisamente de eso.

Es más, la vida en muchas ocasiones te pone en situaciones verdaderamente tensas, en donde te encuentras entre la espada y la pared, y por una cuestión de  cobardía optamos por la salida más fácil, que casi nunca es la mejor, sino que simplemente es la más cómoda.

Pero cuando escoges el camino difícil y empedrado, te enfrentas a tus propios miedos y tratas de gestionarlos de la mejor manera en medio de la tormenta y permites que todo siga su cauce, aún cuando no hay luz en el camino, es cuando empiezas a notar que donde todo era oscuridad se empiezan a asomar tímidamente los primeros destellos de luz.

Es ahí cuando empiezas a comprender la razón de muchas situaciones, pero para eso necesitas experimentarlo y poder estar del otro lado para mirar hacia atrás y reconocer lo aprendido.  

No existe nada de lo que haya aprendido tanto como de la experiencia de ser mamá de ellas, de mis tres retoños, de ellas definitivamente lo he aprendido TODO..

Aprendí que no hay nada más instintivo, animal y espiritual que parir,

aprendí que mis defectos son enormes pero que los puedo modificar,

pero que a la vez tengo muchas cosas bonitas para dar,

que tengo tres corazones más latiendo fuera de mi cuerpo,

que el poder más grande que puede poseer un ser humano es el amor,

pero sobre todo el amor propio, 

porque no encuentro otra manera de amar a otros si no me amo a mi misma; 

en este aspecto amarme, valorarme, respetarme y honrarme es la mejor forma de amar a los demás, porque ellos se merecen lo mejor y no suelo regalar migajas; por eso me mantengo integra para dar integridad.

Aprendí que no hay un proyecto mas importante que construir día a día la vida de otro ser humano, 

aprendí que un abrazo cura más que los medicamentos,

aprendí que también puedes maternar a tus padres, a tus sobrinos, a tus amigos y a cualquier persona a quien tu ames,

porque la maternidad no va de gestar, va mucho más allá,

que mi regazo es el mejor refugio y que mi refugio está en los brazos de las personas que amo,

que mirar a la cara no es lo mismo que mirar a los ojos,

que en esos pequeños cuerpos frágiles reposa la energía más grande y pura,

y que no merecen otra cosa que ser tratados con respeto, 

que la vida es efímera y que a lo mejor evolucionar no es otra cosa que es estar más en comunión con mi parte más intuitiva y mamífera y permitirme expresarla de la forma más natural posible; que a diferencia de los diccionarios, el aprendizaje es cuando conoces algo que antes no sabias que existía y vosotras si que me habéis enseñado lo que es la EXISTENCIA.

Esto apenas es el comienzo de lo que me queda por aprender, gracias mis pequeñas.

Erika Zárate 

Madre de tres hijas. 

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